domingo, 28 de octubre de 2007

Laura / fragmento



Casi no recuerdo pero era muy chica creo que tengo cuatro años y ya me siento mala y es por eso que vivo con miedo porque me habían dicho que cuando uno hacía cosas malas allá arriba había alguien que todo lo sabía y que todo lo veía y que de seguro me iría al infierno desde entonces vivo inquieta asaltada de presentimientos terribles a riesgo de algo muy feo y muy malo que cambiará mi vida de un momento a otro pero como también decían que hasta los siete seguiría siendo un angelito deseosa espero el momento en que me pondría mala para siempre y como ya sabía todo eso mis deseos no se calman con los arrullos de mi madre ni con los encuentros con otros niños en el colegio así fue como me atrevo en algo que crece en mí de un modo inmanejable y lo disfruto tanto porque ya sabía y lo supe desde antes de cumplir los cuatro que pronto vendría el infierno y ya no me importaba tanto y aunque los otros niños tienen sus amigos yo tengo algo que es sólo mío y que no compartiré con nadie es lo que aprendo de cuando vivíamos en una casa grande y que tenía un patio enorme y a mí me gustaba tanto jugar sola y ya ni me sentía tan mala porque al final uno se acostumbra a todo y hasta el miedo mismo me protegía porque “para los grandes” todos los demás eran una amenaza pero la mamá se preocupa mucho conmigo porque siempre quiero estar sola y porque ya no sabía cómo consolarse por el abandono que yo le manifestaba a los demás y a ella misma entonces se le ocurre una genial ocurrencia y se va a visitar a una vecina que vivía justo frente a nuestra casa y que tenía cabros chicos y le dice que lo único que yo tenía era timidez y que la mejor manera de que se me pasara era jugando con otros niños y la vecina que también era una mujer inteligente aprovechó de librarse de uno de sus tres chiquillos que sí era malo como un pequeño demonio y lo peor es que antes de concertar nuestra primera cita ellas lo sabían y aún así las dos madres nos obligaron a las juntas yo apenas vi al chiquillo sabía lo que nos iba a pasar entonces nos encerrábamos en el closet y cuando más nos gustaba encerrarnos era cuando su mamá no estaba y venía la nana y nos perseguía con la escoba —chiquillos inmundos —nos decía— salgan de ahí altiro que va a llegar la señora y los va a pillar a los dos —salgan de una vez antes que los moje con la tetera —y nos salía persiguiendo entonces yo me empezaba a reír y mucho mucho me reía porque estábamos obligados a juntarnos... CONTINUARÁ...



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